La generación sin respuestas: trabajan y estudian, pero el sueño de la independencia y alquilar es casi una utopía

Se cansaron de mirar clasificados online, recorrer inmobiliarias y hacer cuentas. Y llegaron a la triste conclusión de que los números no cierran. Tienen entre 25 y 35 años, trabajos estables en blanco y deseos de independizarse pero se chocan con la realidad: ser joven y alquilar es para ellos un objetivo lejano, casi imposible.

“Entre la espada y la pared”. “Sin futuro”. “Desmotivado”. Con esas frases, varios jóvenes consultados por Infobae describieron sus sensaciones luego de meses de búsqueda de un espacio para vivir. En la Argentina, el 36% de las personas de entre 25 y 35 años viven con sus padres o abuelos, según estimó el economista Federico González Rouco en base a datos oficiales (como las encuestas EPH de Indec y ETOI del Gobierno porteño). “No es muy distinto al número internacional, pero no deja de ser un problema. Son personas que no pueden iniciar su vida independiente. El alquiler es, en general, el primer paso. Y el aumento de precios del último año explica gran parte del problema de la emancipación que hoy tienen los jóvenes adultos”, señaló.

Agustina Massaro, de 24 años, está muy cerca de terminar la carrera de Comercio Exterior y tiene un “buen trabajo”, esa categoría que incluye empleo fulltime, en blanco y un salario promedio. Vive con sus padres en Adrogué y ya hizo muchas cuentas sobre cuánto le costaría mudarse. “Estoy buscando un departamento de dos ambientes en zona Sur, Banfield o Lomas de Zamora, y de base me piden $30.000 a lo que tengo que sumar comisión, garantía, depósitos y anticipo y una tremenda inversión en electrodomésticos y muebles. Después vienen los servicios y la comida y mi sueldo en unos pocos días se evapora. Me encuentro entre la espada y la pared, ¿vale la pena hacer un esfuerzo tan grande?”, se preguntó.

“Aunque estoy bien posicionada, si tomara la decisión necesitaría la ayuda de mis padres y después ajustarme a otro nivel, sin salidas, sin poder comprar nada extra. El proyecto sería más viable si el alquiler fuera compartido. De mi grupo, los que lograron mudarse lo hicieron con amigos o parejas. Es desmotivador y triste. Te quita las ganas de proyectar”, aseguró.

También están los que lograron dar el gran paso y ahora encuentran cada vez más difícil sostener su vida independiente. Matías Cejas tiene 26 años y vive con su novia Camila en la ciudad santafecina de Funes, muy cerca de Rosario. Alquilan una casa pequeña —con comedor, cocina y una habitación en un entrepiso— pero con una gran ventaja: un patio para sus tres perros. Se mudaron en 2019 con un alquiler de $10.000 que un año después pasó a 13.000 pesos. Ahora, para renovar el contrato, les piden $35.000 sin posibilidad de negociar una rebaja.

“Calculábamos que nos iban a pedir $22.000 pero nos triplicaron el precio. Y la casa tiene varios problemas. En verano, como es zona de piletas, estamos muchas horas sin agua. Está rodeada por una alambrada oxidada. Ofrecimos pintarla y poner un tanque si nos bajaban el precio, pero fueron inflexibles”, detalló Matías. Su contrato se vence el 23 de agosto y para conseguir alquileres más baratos optaron por alejarse más de la ciudad de Rosario, donde trabajan.

“Fue preocupante porque no encontrábamos nada. Nos pedían mucho por casas horribles, hasta sin rebocar o con claraboyas en lugar de ventanas. Es increíble que esas propiedades estén en el mercado” explicó. Ahora están encaminados a cerrar un alquiler por $28.000 pero estiman que el costo para ingresar puede ascender hasta los $80.000 por los gastos de entrada. Matías trabaja en un comercio junto a su papá y en las inferiores del club Newell’s. También estudia profesorado de Historia y para ahorrar comenzó a dar clases particulares. Su novia también estudia y trabaja como niñera.

El orgullo de querer ser independiente choca con la realidad. A veces necesitamos ayuda sobre todo cuando hay un imprevisto. Mi novia perdió su trabajo en la pandemia y nos tuvimos que achicar y sumar más trabajos por lo que estamos sobrecargados. Es difícil encaminar una carrera, una casa, un trabajo”, señaló.

La generación sin respuestas: trabajan y estudian, pero el sueño de la independencia y alquilar es casi una utopía

Desde el sector inmobiliario, advierten que la coyuntura del mercado se volvió más compleja, a un año de la implementación de la nueva Ley de Alquileres. “A un año de la sanción de la ley y luego del congelamiento de los precios en la cuarentena estricta, los valores de los nuevos contratos aumentaron un 71,3%, una cifra que se encuentra muy por encima de la inflación”, indicó Leandro Molina, director comercial de Zonaprop en Argentina y Uruguay.

La nueva Ley de Alquileres, vigente desde julio del año pasado, extendió el plazo de los contratos de dos a tres años y estableció un aumento anual en base a la inflación (Índice de Precios al Consumidor) y la variación de los salarios (Ripte) en partes iguales. Esta normativa generó incertidumbre en muchos propietarios que buscaron cubrirse frente a incrementos inciertos en el futuro o que retiraron su propiedad del mercado, lo que hizo subir los valores.

Para los jóvenes que recién ingresan al mercado laboral, los alquileres representan un porcentaje muy alto de su salario. Un valor medio de alquiler de un departamento de dos ambientes en la ciudad de Buenos Aires es de $37.575 al mes, según los clasificados de Zonaprop, en una economía atravesada por la inflación y la devaluación. El sueldo promedio pretendido para una posición junior en el portal de empleos Bumeran es de 55.535 pesos.

“Un empleado con este nivel tendría que trabajar 20,31 días solo para pagar el alquiler. En un mercado donde bajó la oferta de propiedades en alquiler, producto de los desincentivos para la renta, los jóvenes también tienen la dificultad de encontrar un departamento acorde a sus gustos y posibilidades económicas en una coyuntura donde la demanda es más pujante. Quizás esta situación pueda potenciar un crecimiento de la tendencia del coliving y que, en un principio, las nuevas generaciones puedan independizarse conviviendo con algún amigo”, anticipó Molina.

En este nuevo escenario para los inquilinos —con menos oferta y precios en alza—, Mariano Massimino, un operador de radio de 35 años, tuvo que salir a buscar un departamento para alquilar en la ciudad de Buenos Aires, luego de una separación. “Me encontré con una situación muy diferente a 2013, la última vez que alquilé. Entonces, encontré enseguida. Hay una distorsión de precios tremenda y aunque los aumentos tengan ahora una fórmula, cuando termina un contrato, pueden poner el precio que quieran”, remarcó.

Mariano quiere llegar a un dos ambientes, algo de 40 metros cuadrados, y aunque amplió su área de búsqueda hacia el conurbano solo encontró precios de entre 25.000 y 30.000 pesos. “Me tiré a buscar a una hora del centro, aunque yo trabajo a dos cuadras del Obelisco, pero no cambia mucho. Es desquiciante. Hace tiempo que estoy buscando y veo como los precios suben mes a mes”, contó. En el recorrido, descubrió que cada vez más departamentos se ofrecen como alquileres temporarios, por seis meses o un año.

El temor de Mariano es cualquier mínimo el margen de error en los cálculos de sus gastos futuros. “Con un aumento de salarios menor a la inflación y al resto de los aumentos, te quedás sin resto. Tengo un buen trabajo y el sueldo está por encima del promedio y así y todo es muy difícil. No veo futuro, hablo con mis amigos y estamos todos en la misma. No hay más por dónde recortar. Dejar de salir, de comprar ropa. Algunos viven con sus padres para poder ahorrar, otros pidieron prestado para mudarse y ahora no lo pueden devolver”, amplió.

Gervasio Muñoz, titular del grupo Inquilinos Agrupados, enumeró los factores que dificultan el acceso a la vivienda: “Primero, la vivienda dolarizada y desregulada desde la última dictadura hace que para los sectores jóvenes sea ya imposible comprar una vivienda. Segundo, el desempleo y los trabajos precarizados que hacen difícil no solo comprar una vivienda sino cumplir con los requisitos que hoy exige el mercado inmobiliario para alquilar, como recibo de sueldo en blanco que triplique el valor del alquiler o un familiar propietario, y después los precios de los alquileres en esta burbuja que se está viviendo en la Argentina y especialmente en Buenos Aires. Los sectores jóvenes estamos condenados a ser inquilinos de por vida y en condiciones muy injustas”.

Con solo 21 años y al frente de su propio emprendimiento de venta de productos de panadería, Tomás Salinas está desde hace más de dos meses en busca de su primer alquiler, en las zonas de Villa Urquiza y Belgrano. En los primeros intentos se encontró con inesperados valores de entre $40.000 y $50.000. “Tengo que destinar entre 30% y 40% de los ingresos para llegar a un alquiler, además de sumar todos los gastos de entrada. Pero cuando empezás a trabajar, el proyecto de independizarse está ahí y querés lograrlo. Siempre hay trabas que lo retrasan pero creo que el sacrificio vale la pena. Yo soy afortunado de ser emprendedor, para los que están estudiando y después tienen que conseguir trabajo pasan muchos años”, indicó.

Tomás se sorprendió porque las inmobiliarias son muy exigentes con el tema de la garantía propietaria en la ciudad de Buenos Aires y no están muy dispuestas a aceptar opciones, como el seguro de caución. “Creo que algunos cambios que hubo con la Ley de Alquileres nos benefician, como la cantidad de años y algunos parámetros más accesibles. Pero una vez que empezás a alquilar no sabés cuánto va a aumentar el precio”, agregó.

Según un cálculo realizado por Infobae, independizarse y mudarse a un departamento dos ambientes en la ciudad de Buenos Aires, considerando el precio del alquiler, el costo de la garantía, el depósito de reserva, expensas y un flete, puede costar desde $185.000, un 110% más que un año atrás cuando se hizo el mismo relevamiento.

Con todo, la tendencia de jóvenes que demoran su salida del hogar no es nueva y es un fenómeno del que ocurre en muchos países, entre ellos España o Italia, donde es un tema recurrente en los medios de comunicación. Sin embargo, según especialistas, en el caso de la Argentina la situación empeoró por las crisis económicas y por la pandemia. “La coyuntura económica te imprime más presión y la pandemia agudizó el problema. Para los jóvenes, la pandemia va a ser una marca generacional en un período donde procesan el tránsito hacia su vida independiente de su familia”, explicó la socióloga Ana Miranda, investigadora del Conicet y Flacso.

A diferencia de lo que ocurre en países de Europa, la modalidad de “piso compartido” —varios jóvenes que se reparten el alquiler y los gastos— no es común en las ciudades argentinas.

“La demora en la emancipación tiene que ver con procesos de inserción laboral más largos entre personas jóvenes, con más requisitos de educación y primeros trabajos precarios. Y un cambio cultural donde las familias tienden a tolerar esta demora, preocupadas por estos procesos que necesitan soporte familiar. Este fenómeno tiene, además, mucha relación con el mercado de las viviendas”, agregó la socióloga.

Con todo, los datos del sector inmobiliario reflejan solo reflejan un parte del problema que se limita a las personas que podrían acceder a un contrato formal ya que cuentan con ingresos en blanco. Pero el déficit de vivienda es un problema que se agrava aún más en el resto de los sectores, con trabajos informales y bajos ingresos.

Según datos del Indec, del segundo semestre de 2020, en la Argentina un 60,6% de hogares (que abarca unas 28 millones de personas) son propietarios de su vivienda y su terreno; un 7,7% son dueños de la vivienda; un 19,7% (4,7 millones de personas) son inquilinos; y un 10,3% son lo que se considera “ocupantes” (incluye a los que pagan impuestos o expensas, los que tienen permiso y los los ocupantes de hecho).

La especialista Cynthia Goytia, directora del Centro de Investigaciones de Políticas Urbanas y de Vivienda (CIPUV) de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, detalló que el déficit habitacional en la Argentina es persistente a través de las décadas. Los censos de Población y Vivienda de 2010 mostraron que abarca al 31% de los hogares del país. La situación prácticamente no se modificó desde entonces y en términos absolutos creció e incluye a hogares de todos los ingresos.

En este contexto, Goytia consideró necesario pensar en programas focalizados en el acceso a la primera vivienda para hogares jóvenes. “Por ejemplo, la reconversión de las áreas centrales, tan afectadas por el cese de actividad de empresas y comerciales en la pandemia, proveen una oportunidad para aumentar la oferta de vivienda asequible para hogares más jóvenes, refuncionalizando parte del stock de inmuebles vacantes de oficinas. Las preferencias de localización de los jóvenes están en las áreas más centrales y no en los suburbios, como ocurre con otros grupos de hogares. Además, la reducción de precios de inmuebles en esas áreas puede ayudar. Aun así, se necesita explorar mecanismos de financiamiento que faciliten este tipo de programas”, agregó.

Una encuesta realizada por el CELS y el Idaes de la Universidad Nacional de San Martín a más de 1.000 hogares inquilinos del Área Metropolitana de Buenos Aires, durante junio, mostró que los jóvenes que alquilan están en una situación aún más precaria que el resto de los inquilinos. Mientras en general el 17% de los encuestados viven en villas o asentamientos, en el caso de los jóvenes entre 16 y 29 años, el porcentaje asciende a 29%. Además un alto porcentaje, el 54% de los encuestados, no tiene contrato por escrito.

“Esto muestra las dificultades de los jóvenes para cumplir con los requisitos del mercado formal. El alquiler como acceso a la primera vivienda es cada vez más extendido. No solo son altos los costos de los alquileres en relación con los salarios sino el costo de ingreso, que fue uno de los puntos de la nueva Ley de Alquileres”, dijo Luna Miguens, coordinadora del área de Derechos económicos, sociales y culturales del CELS. Desde el organismo proponen políticas que promuevan mejores condiciones, como un banco de viviendas estatales para avanzar en alquileres sociales.

Mientras tanto, la generación sin respuestas sigue esperando.

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