El Mundo Roberto Diz, el modista de 'jet' andaluza, traslada su taller a Madrid

Tal es su éxito como creador de trajes de novia y de ceremonia entre las chicas de la alta sociedad sevillana que la provincia se le queda pequeña.El Mundo Roberto Diz, el modista de 'jet' andaluza, traslada su taller a Madrid El Mundo Roberto Diz, el modista de 'jet' andaluza, traslada su taller a Madrid

Su nuevo estudio abrirá a mitad del mes de abril en un piso cercano al Museo del Prado

Buenas noticias para las adictas a la moda de Alta Costura. Roberto Diz traslada su taller a Madrid. Tal es su éxito como creador de trajes de novia y de ceremonia entre las chicas de la alta sociedad andaluza que esta comunidad se le queda pequeña. El gallego abandona Sevilla para poner su centro de operaciones en la capital, donde desarrolló gran parte de su carrera como diseñador y donde ahora se consagra como modista de alta costura.

Diz, nacido en Tui (como Fernando Fernández Tapias) hace 44 años, estudió diseño, corte y confección en Jerez de la Frontera. Allí les llevó el trabajo a sus padres cuando él era un niño, por eso su querencia sureña. Después se marchó a Londres para perfeccionar la técnica, pero volvió a Madrid para probar suerte en Cibeles. Sorprendentemente, quien hoy tiene más de 8 personas en plantilla (un logro en una pyme de moda) y cuenta con las clientas más mediáticas y estilosas del panorama social, fracasó de forma sonada sobre la pasarela y fue expulsado de la misma allá por 2004. Nadie comprendió la performance sadomasoquista con la que quiso seducir al público y la crítica.

Fue Elio Berhanyer quien le dio una segunda oportunidad. Trabajaron juntos unas cuantas colecciones antes de que el genio cordobés se jubilara, Roberto aprendiera cómo funciona un taller de costura y decidiera rehusar el prêt-à-porter. Por eso decidió volver a Andalucía, montar un negocio propio con la ayuda de cinco socios cuyas participaciones ha acabado comprando dado el volumen de pedidos que afronta.

En efecto, las cosas a Roberto Diz le van muy bien. Charlamos con él y con su musa, Inés Domecq, icono de la moda de este país y la dama ha popularizado sus modelos en el cuché. Ambos son la versión 2.0 de Balenciaga y la marquesa de Llanzol.

¿Dónde y cuándo abre taller en Madrid?
Estamos ultimando detalles, pero espero que a mitad de abril. Haremos un eventazo para celebrarlo, no sé si un desfile, pero sí algo grande. El taller estará en un piso detrás del Museo del Prado, queremos un lugar con encanto, fuera de la zona comercial y lejos de la competencia, que está en el barrio de Salamanca.
Últimamente todas van vestidas de usted. Carla Pereyra en la recepción del presidente argentino, Vanessa Lorenzo en los Premios Laureus, las Domecq en la última boda del Palacio de Liria, Mercedes Valdenebro y Mercedes Peralta, las hijas de Bertín, Blanca Suárez... Todas.
Me va mejor haciendo costura que prêt-à-porter de autor. En España, sinceramente, no se vende, no se hace marca fuera. Hay pocas excepciones: Roberto Verino, Adolfo Domínguez, que hacen ropa más impersonal... Yo quiero trabajar como se ha hecho toda la vida. Cosiendo. Desde una toile. Como hacía Elio Berhanyer.
¿Cuáles son sus influencias?
Bebo mucho de la costura clásica. De Balenciaga, Dior... De verdad, vivo ajeno a las tendencias. No sé qué acaba de presentar Gucci. No me gusta la globalización, la uniformidad. Quiero hacer vestidos pensados exclusivamente para quien los va a llevar.
Viendo sus trajazos, nadie diría que hizo un desfile sadomaso en Cibeles.
Sí, creo que Cuca Solana [la directora entonces del certamen] me expulsó por las alusiones sexuales de mi desfile. Bueno, no lo sé exactamente, en realidad no me importa. Que me echaran me ayudó a estar donde estoy ahora. La moda está sobrevalorada. No soy especial. Cada noche llego a mi casa tan cansado como lo hace un albañil o cualquier otro trabajador.
¿Qué opina de las famosas subvenciones de Cibeles?
Yo nunca recibí ninguna. Estoy en contra de ellas. Es como pagar a un armador ruso para que se haga un yate. El lujo no debe patrocinarse.
¿De quién ha sacado su gusto por la moda?
De mi abuela. Era una modista gallega estupenda. Mis padres no se dedicaban a esto. Mi madre era ama de casa y mi padre tenía sus negocios.
Inés Domecq le ha hecho una publicidad impagable.
Es mi musa, mi amiga fiel desde hace 20 años. Me protege y me cuida. Le estoy eternamente agradecido. Es la mujer con más estilo y categoría de este país y lo digo con todo el peso de la palabra.

El Mundo Roberto Diz, el modista de 'jet' andaluza, traslada su taller a Madrid

Hablamos con Inés sobre Roberto Diz: "Roberto siempre acierta, me encanta desde siempre. Hay quien le considera demasiado extravagante pero no, se adapta a lo que le pides. Cose fenomenal. Es mi modista favorito sin lugar dudas y el vestido suyo que más me gusta es el que me puse en la boda de mi cuñado Luis Martínez de Irujo. Todos los que me he puesto suyos me encantan, pero con otros me sentí un poco más disfrazada. Con este otro me he sentido más yo que nunca".

Roberto, ¿volvería a Cibeles si se lo pidiera Charo Izquierdo, la nueva directora?
No se trata de quién dirija Cibeles, lo que ocurre es que el formato no me va. El lujo ha cambiado de manos. Me vienen clientas de Qatar y yo les pregunto: "¿Por qué vestís de mí si podéis ir de Chanel?". Ellas me responden: "Porque Chanel lo lleva Rihanna".
¿A quién le gustaría vestir?
A Penélope Cruz. Me muero por sus huesos.
Pero ella ya no lleva moda española a no ser que le paguen.
Bueno, ya sé cómo funciona el negocio. Si tuviera dinero suficiente, la pagaría porque fuera vestida de mí. Me encanta todo de ella: su sexy latino, su cosmopolitismo europeo, todo. Eso sí, aclaro que yo nunca he pagado a nadie por ir vestida de mí y salir en una portada. Mis clientas siempre me pagan por vestirlas.
Pregunta obligada: ¿Vestiría a Letizia?
Claro. Creo que funcionaría mi ropa en ella. La modernizaría.
¿Qué le parece el fenómeno Palomo Spain?
Me flipa. No ha inventado nada nuevo pero porque es imposible. A no ser que el ser humano mute y le salga una tercera pierna, una chaqueta es una chaqueta y un pantalón es un pantalón. Como mucho podemos innovar en un tejido que se haga invisible, por ejemplo. A nivel silueta no hay revolución posible. Palomo ha conseguido llegar muy lejos porque hay que tener un par de huevos para vestir a un hombre de mujer y creértelo. Me alegraría que le fuera bien. Además yo soy de los que pienso que hay un trozo de pastel para todos.
¿Sabe coser de verdad o es usted como Carolina Herrera, que presume de no haber cogido una aguja en su vida?
Claro. No entiendo que en mi profesión no sepas coser. Es una necesidad. Para explicar lo que quieres a tu equipo tienes que saber hacerlo. Por eso quiero llevar conmigo a Madrid a mis modistas. Es difícil comprender mis volúmenes y ellas ya están enseñadas.
¿Qué otras marcas te gustan?
Armani. Alvarno. Helena Mareque. Josep Font. Elie Saab. Stephane Rolland. Riccardo Tisci. Valentino. Aunque creo que los grandes holdings ahora no piensan tanto en moda sino en hacer dinero. ¿Qué es eso que ha hecho Maria Grazia Chiuri de estampar los logos de Dior en un traje? Eso es una horterada.
Su producto no está al alcance de cualquiera.
Es que yo no quiero que lo esté ni económica ni conceptualmente. Yo quiero que la gente quiera de mí que le haga un vestido muy especial diferente a todos los demás. No quiero que todo el mundo vaya de mí.
¿Por cuánto se puede comprar un Roberto Diz? Es usted un poco inaccesible.
Hombre, en rebajas puedes encontrar algo de colección por menos de 1.000 euros. Yo quiero que cada Roberto Diz sea distinto, que mi ropa tenga un ADN reconocible, que no haga falta ponerle una etiqueta.
¿Qué trajes de novia de la historia le han impactado?
El de Kate Moss, el de Laura Ponte. De los míos, el de Mercedes Peralta o el de Isabel Muñoz Rojas.
Es raro que no haga trajes de flamenca.
Es que son gallego. Zapatero a tus zapatos y no quiero mezclar las cosas.
¿Qué opina de las marcas nupciales que pagan a novias por ir vestidas de su firma, tipo Rosa Clará o Pronovias?
Cada uno tiene su escala de valores. Mi trabajo tiene un precio.
¿Tiene otras ambiciones dentro de la moda?
No. Me planteo un día dejarlo todo e irme al campo a cultivar lechugas. Este trabajo es muy duro.
Pues ahora en Madrid se le multiplicará. Tendrá que ir a fiestas para dejarse ver...
Uy, no me gustan. Prefiero quedarme en casa con mi marido, Fernando Alí, un diseñador gráfico que es un artista. Llevamos cuatro años casados y uno de relación. Felices.
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