Nino Cerruti: del lanzamiento de Giorgio Armani al famoso cruce de piernas de Sharon Stone en ‘Instinto básico’

Descendiente de una familia del norte de Italia dedicada al textil, Nino Cerruti (1930-2022) vivió dedicado a la moda. Considerado uno de los grandes protagonistas de la industria del siglo XX, entre sus principales logros profesionales están haber adaptado la rigidez del traje a las necesidades de confortabilidad del día a día y la presentación en sociedad del diseñador Giorgio Armani.

Nacido en Biella (Piamonte, Italia) el estilista, diseñador y empresario ha fallecido a los 91 años de edad, a causa de las complicaciones derivadas de una operación de cadera, según han informado medios de comunicación italianos, tras un comunicado emitido por la empresa de Cerruti a sus empleados. Su desaparición deja huérfana a una industria que una vez vivió años de cambios y auténtica revolución gracias a su innovadoras ideas.

Su puesta en escena llegó pronto. Debido a la muerte de su padre, heredó la empresaria familiar siendo muy joven. En 1950, y con sólo 20 años, se puso al frente de un negocio dedicado a la producción textil a la vez que dedicó su tiempo y fortuna a la investigación y el desarrollo de materiales para hacer del negocio (familiar) un referente en el sector. Su inquietud empresarial le llevó a lo más alto y su genio creativo le catapultó como una de las figuras más importantes en historia de la moda.

En menos de 10 años creó su firma de nombre homónimo y posicionó Cerruti en las pasarelas de las principales capitales de la moda. Una línea de ropa, primero, y la apertura de su primera boutique, después, fueron las dos grandes hazañas del empresario italiano para desembarcar en Milán, destino internacional de peregrinaje en materia de estilo.

Maestro de maestros

Convertido en un magnate del diseño textil, para 1960 ya había conseguido el reconocimiento que, sin embargo, algunos de sus compañeros de profesión tardarían décadas en merecer. Algunos de ellos, incluso, gracias a sus enseñanzas. Fue el caso de Giorgio Armani, un joven entusiasta del negocio que llegó a Lanificio Fratelli Cerruti, la sociedad del creativo, para aprender el oficio. El minucioso trabajo del diseñador emergente llamó la atención y despertó el interés de Cerruti, quien terminó por autonombrarse su maestro, instruyéndole y dotándole de protagonismo para hacer de él lo que hoy es: una eminencia en la industria.

Además del lanzamiento del nombre Armani, su labor en el sector deja propuestas tan necesarias como la primera chaqueta deconstruida en los años setenta o la adaptación del traje, prenda de uso diario, para una mayor libertad de movimiento.

Sin olvidar su intuición en la conquista del estilo casual y deportivo. Cerruti nutrió su marca de propuestas streetwear, como una línea adaptada a la práctica de esquí o a los deportes en pista, como el tenis. Hitos que le concedieron el honor de ser, en 1994, la firma encargada de diseñar la equipación del equipo Ferrari de Fórmula 1.

Fue así como rejuveneció las tendencias sin desprenderlas de su aire elegante. Nadie quedó indiferente a sus encantos. Ni siquiera la misma Coco Chanel, quien calificó su arte como una herramienta imprescindible y se mostró encantada con la forma de confeccionar los pantalones.

Sharon Stone: «Yo no tengo reglas. Sigo la corriente»

Tampoco el séptimo arte manifestó resistencia a su atractivo. Hollywood se enamoró de sus patrones y pronto pasó a ser conocido como ‘el estilista de las estrellas de cine’. Michael Douglas, Clint Eastwood y Harrison Ford son algunos de los actores que le confiaron su vestuario dentro y fuera de escena. También las actrices Sharon Stone y Julia Roberts confiaron en su arriesgada visión. La primera de ellas debe parte de su fama en la gran pantalla a ese vestido blanco que lució en la sala de interrogatorio en Instinto básico (1992), que acompañó de frases tan célebres como la de «yo no tengo reglas. Sigo la corriente», pronunciada unos minutos antes de su inolvidable cruce de piernas; la segunda puso de moda los vestidos bicolores de lunares, como el que vistió en la película Pretty Woman (1990) para el torneo de polo.

Una larga carrera desempeñada entre talleres y estudios creativos que ya queda archivada en los anales de la historia de una industria en la que siempre será recordado.

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