Adiós a un negocio pionero en Ibiza

Unos jóvenes Ernesto Escandell y Esperanza Serra levantaron las puertas de su negocio, en la calle Manuel Sorà, cuando aún no eran matrimonio. Por ello, la madre de ella también debía cumplir con su jornada de vigilancia en el pequeño local de la Marina. «Le tocaba estar de carabina porque, como mis abuelos no estaban casados, no podían trabajar juntos», recuerda entre risas Carol Cardona, la tercera generación al frente del establecimiento.

Además de servir chatos y vino a granel, la pareja empezó a dar servicio de bar y restaurante, aprovechando el trasiego de la actividad portuaria. Precisamente, Ernesto había estado embarcadovarios años antes y ya desde pequeño estuvo en contacto con el transporte marítimo. «Él nació y se crió en la escollera de es Cavallet, porque su padre llevaba la contabilidad de ses Salines», detalla.

Carol Cardona, junto a Ana Vargas, muestra el papel de envolver que encargó su abuelo hace 50 años. | J.A.RIERA

Primeros años

«Como podía ir a Valencia, empezó a traer telas para ponerlas en venta aquí». No solo en La Bota, sino que también recorría los pueblos en bicicleta para ofrecer su producto puerta a puerta. «La gente aún se tejía la ropa en su casa, pero entonces se decidió a llevar también ropa confeccionada y ya fue el boom», recuerda.

Ya como tienda de confecciones, La Bota contaba con dos entradas, una en la calle Manuel Sorá y otra en la Plaza de la Constitución, junto al Mercat Vell. Allí también se convirtió en el primer comercio en ofrecer campañas de rebajas, creando tal revuelo que incluso «debía venir un policía por la cola que se formaba en el mercado».

Adiós a un negocio pionero en Ibiza

En esa época, la Marina era el centro comercial de la ciudad y La Bota llegó a contar «con ocho dependientas». «Y eso que no era más que un pasillo que daba a dos calles». Además de sus abuelos,su tía abuela Antonia Serra, que acaba de cumplir 99 años, fue la primera empleada de la tienda.

Ernesto y Esperanza, a la izquierda, junto a otros familiares en el antiguo local de la calle Manuel Sorà.JA RIERA

Carol rebusca en un álbum familiar hasta dar con algunas fotos de aquellos primeros años. «Mira, aquí todavía se ve el letrero de ‘Bodega La Bota’ en la calle», señala en una imagen en blanco y negro donde su abuela posa junto a sus hermanos Juanito, Antonia y María. También sale la madre de Carol, Rosa, entonces un bebé en manos de una de sus tías.

«Mi madre enseguida empezó a ayudar a sus padres y a los 15 años ya estaba de botiguera». El negocio textil se amplió con otro local aledaño dedicado a la ropa para niños. Carol aún conserva el papel de envolver de estética vintage, tanto de esa tienda infantilcomo de la principal, encargado por su abuelo hace 50 años.

Esperanza, a la izquierda, junto a sus hermano Juanito, su hija Rosa en manos de su hermana Antonia y María, su otra hermana.JA RIERA

Sant Antoni y el Eixample

Su actividad también se extendió hace 60 años con una tienda en Sant Antoni, que estuvo abierta durante 15. En la Marina contaban con cuatro almacenes para abastecer toda la demanda. «En el local solo había una muestra, de un color y una talla, por lo que había un trasiego constante en los almacenes para traer la ropa».

Carol recuerda estar en medio de ese vaivén desde que tiene uso de razón. Ya de mayor, hace 30 años, La Bota abrió su tienda actual en calle Catalunya, «porque el el centro de Vila pasó al Mercat Nou», aunque la tienda de la Marina se mantuvo otros cinco años más. No obstante, ella trabajaba junto a su padre en la venta de maquinaria industrial, hasta que su madre, a punto de cumplir los cincuenta, le propuso tomar el relevo del negocio. «Yo prefería estar en contacto con la gente que en una oficina», destaca.

Clientes de compras en La Bota.JA RIERA

Con el paso de los años, tras largo tiempo meditándolo y a punto de llegar a la cincuentena, Carol se ha decidido a contar con más tiempo en su vida. «Podría seguir con este negocio, porque hay clientela, pero es mucho sacrificio y prefiero no estar con tres trabajos a la vez». «Nos toca dar las gracias a todos los clientes que nos han acompañado durante más de 70 años», valora.

Así y todo, Carol no oculta su desengaño con las administraciones públicas por su falta de compromiso con el sector minorista tradicional, que ella ha defendido durante 15 años con la asociación de comerciantes Ibiza Centre. «Se debe tener más en cuenta al pequeño comercio, que es elque da vida a las callesy a los barrios abriendo cada día», sentencia.

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