Disparos, amantes y la primera de muchas humillaciones: la boda de Diego Rivera y Frida Kahlo

Al volver a México a finales del 33, Diego y Frida se instalaron en la casa de San Ángel, en realidad dos casas unidas por un puente diseñadas por el arquitecto Juan O’Gorman. La casa más grande, rosada, pertenecía a Diego, y la azul a Frida, que tenía en su mano cerrar el acceso del puente que las unía cuando quisiera. Este pintoresco detalle podía ser un reconocimiento a su mutua independencia, pero también una forma de alejarse en una relación que ya estaba muy deteriorada. Por aquel entonces,Diego volvió a pintar a Cristina Kahlo, la hermana menor de su esposa, a la que tras tener dos hijos su marido la había abandonado. Escribe Gerry Souter: “Diego empezó –o posiblemente intensificó– una destructiva relación amorosa con Cristina”. Frida se enteró, y se dio cuenta de que aquello había nacido mucho tiempo atrás, antes de que se casasen, cuando él la visitaba en la Casa Azul.

El golpe de descubrir que en esta ocasión su marido le ponía los cuernos con su hermana fue demasiado incluso para ella. En un gesto dramático, se cortó el pelo que tanto le adoraba Diego, sufrió un aborto de un feto de 3 meses, tuvieron que extirparle el apéndice y se le reabrieron e infectaron las heridas del pie. Pero la relación era complicada, y el intento de ruptura no llegó muy lejos. Aunque se mudó al número 432 de la avenida Insurgentes, no dejó de ver a su marido ni de defender sus cambios de carácter y ofensas. Además, Frida no era independiente en lo económico, él se ocupaba de sus gastos médicos y manutención, que no eran pocos. De hecho, fue Diego quién le compró un juego de muebles forrados en cuero rojo… y exactamente los mismos a Cristina, a la que no dejó de ver ni de retratar en un mural del Palacio Nacional, rubia y exuberante. Muestra de la conmoción que sufrió Frida en aquella etapa es que paró de pintar casi del todo, hasta que realizó “Unos cuantos piquetitos”, el cuadro de irónico nombre sobre una mujer asesinada a cuchilladas por su pareja.

Disparos, amantes y la primera de muchas humillaciones: la boda de Diego Rivera y Frida Kahlo

A raíz de lo ocurrido –“ha habido dos accidentes en mi vida: el del tranvía y Diego”, diría ella–, Frida comenzó a beber mucho más de lo que ya lo hacía. También tuvo sus propios romances con hombres y mujeres, y aunque a Diego nunca le importaron las relaciones lésbicas de su esposa –los rumores la ligan con Georgia O'Keeffe, Josephine Baker y Dolores del Río–, no llevaba bien que se liase con otros hombres. Al escultor Isamu Nogushi, con el que Frida se acostó cuando todavía no se habían reconciliado de forma oficial tras el affaire con Cristina, Diego le amenazó muy tranquilo y frío asegurándole que en su pistola tenía una bala con su nombre. Tampoco llevaba bien su relación intermitente con el fotógrafo Nickolas Muray. Era obvio que eso eran pasatiempos y ellos volverían a estar juntos. En el 36 Frida se instaló de nuevo enla casa de San Ángel, se reconcilió con su hermana Cristina y recuperó los lazos con sus adorados sobrinos Isolda y Antonio.

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