Cayó “la Gata”, pieza clave en la “industria del escruche”

A Miguel nadie lo llama por su nombre. Hace ya muchos años que sólo responde cuando le dicen “la Gata”. Lizárraga es mucho más que su apellido. Es la marca a fuego de su prontuario. El viernes último cumplió 60 años, pero aún está lejos de poder escribir sus memorias de manera completa. El lunes llegó a San Miguel de Tucumán rodeado de policías. Un día antes, había sido atrapado en su casa de barrio Patricios, en la ciudad de Córdoba.

“Nacido y criado en Tucumán, se profesionalizó en Córdoba”, cuenta alguien que lo conoce como pocos. En 1981, ya con 18 años, tuvo su primera caída en lo que a lo largo de su vida terminaría por convertirse en su especialidad: los “escruches”, tal como se denomina en la jerga policial y delictiva a aquellos robos sin violencia física, cuando los delincuentes ingresan en algún domicilio aprovechando que sus dueños acaban de salir por un momento.

Aquella vez, lo atraparon tras entrar a buscar dinero y joyas en una coqueta casa de Yerba Buena, un municipio residencial ubicado en las afueras de San Miguel de Tucumán.

Fue alojado en la cárcel de Villa Urquiza, donde pronto hizo buenas migas con otros hampones de más cartel. En 1986, junto con Enrique “Prode” Correa simularon estar enfermos y lograron que los trasladaran al principal hospital público de la ciudad, el Padilla. De allí se escaparon sin mayores problemas, ya que todo el trabajo sucio lo hicieron cuatro cómplices que estaban en la calle y que una mañana entraron a punta de pistola al centro de salud y obligaron a los guardiacárceles a cesar en cualquier intento de oposición.

A Correa lo apodaban “Prode” porque un balazo policial le había dejado 13 puntos de sutura.

Los seis estuvieron prófugos 12 días, hasta el 22 de marzo de 1986, cuando “Prode” y otro de los cómplices fueron atrapados por la Policía tucumana en la población de Los Puestos mientras intentaban escapar hacia Río Hondo, en Santiago del Estero.

El resto, incluido “la Gata”, logró huir. Pero en un camino vecinal fueron interceptados por el “Comando Atila”, un grupo parapolicial que era liderado por el comisario Mario Oscar “el Malevo” Ferreyra, momento en el que uno de los integrantes de la banda, Víctor “Mocho” González, terminó abatido de cuatro tiros en el pecho.

Desde entonces, en Tucumán aseguran que “la Gata” Lizárraga es un sobreviviente del “Malevo”. El recio comisario de patillas anchas, bigotes negros, camisa abierta, botas y sombrero panamá pasaría con los años a la historia por las múltiples acusaciones en su contra por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar y después, ya en democracia. En la década de 1990, su suicidio conmocionó al país, ya que se disparó ante una cámara de Crónica TV.

Pero volvamos a aquel marzo de 1986. Cuando “Prode” fue detenido, de inmediato los lugartenientes del “Malevo” lo cargaron en un móvil para trasladarlo de regreso a la capital tucumana, viaje que nunca se concretó. En medio del camino, “Prode” fue fusilado de 14 tiros por la espalda. Su cadáver, esposado con las manos hacia atrás, terminó por desenmascarar la insólita versión que en ese momento dio el comisario Ferreyra: tras pinchar una rueda, Correa logró abrir la puerta del móvil e intentó huir en medio de un “enfrentamiento” con los policías tucumanos.

La masacre del “Comando Atila” hizo que “la Gata” Lizárraga se olvidara por un buen tiempo de regresar a su Tucumán natal. Antes de terminar en Córdoba, provincia a la que adoptó como su pago chico, viajó por distintos puntos del país y se sabe que también selló su pasaporte en Brasil (donde habría estado detenido), en Italia, en Francia y en España. Formó parte de aquella primera legión de delincuentes cordobeses que comenzaron a cruzar el Atlántico con la intención de robar en el llamado “Primer Mundo”, según siempre se sospechó, pero jamás se comprobó.

Cayó “la Gata”, pieza clave en la “industria del escruche”

En Buenos Aires, se lo vinculó a la mítica banda de Luis “el Gordo” Valor, según cuentan quienes ahora recuerdan la biografía de “la Gata”, hasta que al fin comenzó a germinar sus raíces en Córdoba. Los viejos sabuesos de Robos y Hurtos lo recuerdan a la perfección. Mil veces sospechado, su prontuario aparece casi impoluto: tras aquella condena a los 18 años, sólo tuvo una causa por hurto en la ciudad cordobesa de San Francisco en 2009. Hay apodos que explican toda una vida.

Cómplices

La esposa de “la Gata” es hermana de Jorge Oscar “la Fiorela” López, otro experimentado ladrón con fama de duro, vinculado a resonantes golpes delictivos en los que supo tener como cómplice a Ricardo Rolando “el Ciego” Hidalgo, uno de los delincuentes abatidos en el resonante asalto a la financiera de calle Rondeau, en Nueva Córdoba, en 2018.

Aquellos policías recuerdan lo sucedido hace ya más de dos décadas, cuando a “la Gata” lo sorprendieron en la ciudad de Córdoba en medio de un allanamiento muy particular: en la casa de una “curandera”, en plena ceremonia para “bendecir” un arma.

Pero no hay que olvidar que lo de Lizárraga por lo general eran los “escruches”, robos planificados al detalle sin que mediara la violencia física. Esta especialidad explica cómo hizo para evadir la cárcel durante tantos años.

Pese a que se afianzó en Córdoba, Lizárraga nunca perdió el vínculo con su provincia natal. Se sospecha que en los últimos tiempos tejió una alianza con el clan Caro, familia tucumana cuyo veloz ascenso económico la puso en el centro de la mirada policial. Se cree que entre ambos existió un intercambio de datos entre Córdoba y Tucumán para que cada uno pudiera delinquir en territorio ajeno y así lograr escapar pronto de cualquier sospecha cercana.

Las pistas de las patentes

Ahora, cuando una brigada policial tucumana viajó a Córdoba para atraparlo el fin de semana pasado, comenzó a escribirse un nuevo capítulo de su historia criminal, que en Tucumán ya tiene título propio: “la industria del escruche”.

Se trata de una compleja causa que lleva adelante el fiscal Diego López Ávila. Especializado en delitos contra la propiedad, el funcionario judicial reunió cerca de 40 robos ocurridos en los últimos meses en San Miguel de Tucumán y alrededores, para intentar encontrar un patrón común.

Entre las múltiples variables, se topó con que en varios casos los delincuentes se movilizaban en vehículos radicados en la ciudad de Córdoba, según podían advertir a partir de los registros filmados de las patentes de los rodados sospechosos.

Aquel hilo comenzó a tirar cada vez, sobre todo cuando una de las víctimas fue el juez penal jubilado Pedro Roldán Vázquez, de extensa trayectoria en el Poder Judicial de esa provincia. Allí se habla de un botín de unos 35 mil dólares. Antes, el 22 de marzo último a la madrugada, ladrones ingresaron en tres viviendas del country La Arbolada y terminaron por llevarse un botín millonario. También fue muy importante el monto que sustrajeron de otro domicilio, el pasado 8 de este mes, en la avenida Pellegrini al 100 de esa ciudad. “Escruches” planificados al detalle. En total, la cifra sustraída tiene demasiados ceros.

El fiscal aún no redondeó que todos estos casos estén relacionados entre sí, pero advierte que hay un patrón similar: anulaban las alarmas y las cámaras de filmaciones, robaban fuertes sumas de dinero y se movilizaban en autos cuyas patentes delataron que estaban radicados en Córdoba.

López Ávila le imputó a Lizárraga los delitos de robo calificado por efracción y atentado y resistencia a la autoridad agravada. Y se resolvió que quedara con prisión preventiva por al menos 120 días.

Los investigadores tucumanos viajaron dos veces a la ciudad de Córdoba. A principios de este mes, una comitiva recorrió diferentes barrios y, bajo el más estricto hermetismo, identificó una serie de domicilios. El jueves 13, en tanto, arribó otro grupo de policías. Ya en contacto con sus pares cordobeses, a los que les solicitaron colaboración, diagramaron una serie de operativos simultáneos para el domingo bien temprano.

“La Gata” fue atrapado en su casa de Medina y Torres al 3700, barrio Patricios. Allí también fue buscado sin éxito su hijo, Juan de Dios López.

También allanaron a 200 metros, en una vivienda de Ramón Aberastain Oro al 2400, para buscar a otro de los sospechosos, Luis Ricardo Carrera, que ya no estaba allí. Los informantes cordobeses lo recuerdan como un antiguo lugarteniente de “la Gata”. Mauricio Ezequiel “Lito” Lencinas, más vinculado al hijo del principal acusado, a quien pensaban detener en calle Rodolfo Walsh, en la zona de barrio Liceo, en el nordeste de la ciudad de Córdoba, tampoco fue hallado.

Pero en la causa hay varios prófugos más, según apuntaron las fuentes consultadas. Entre ellos figura el hermano de “la Gata”, Néstor “Tuta” Lizárraga.

En el mismo barrio Liceo, los policías tucumanos allanaron la vivienda de Marcos Daniel González. Si bien su situación en el marco de esta investigación aún no está definida, la sola mención de su nombre generó más que alertas entre los investigadores cordobeses.

El 17 de marzo de 2017, González fue detenido cuando llegaba a su casa de la Primera Sección de barrio Liceo. En la vereda, estaban estacionados una camioneta Volkswagen Amarok y un auto Alfa Romeo, de alta gama.

Un fiscal de Buenos Aires había solicitado su detención. Se lo acusaba de integrar la banda del “Zurdo” Ramón Antonio Asís (45), perseguida por grandes robos a ricos y famosos en la zona de Nordelta, en el partido bonaerense de Tigre, causa por la que finalmente terminaron condenados y ya recuperaron la libertad.

Según aquella investigación, junto con otros dos cómplices habían alquilado una lujosa casa en el barrio privado Los Castores, en Nordelta, en la que montaron su “centro de operaciones”. De esta manera, nadie imaginaba que los flamantes vecinos que organizaban fastuosas reuniones en las que abundaba el champán y que se movilizaban por el barrio en costosas BMW 330, 130 y X6, un Audi TT o una Toyota SW4 eran los mismos que de noche, cuando los propietarios no estaban, ingresaban en esas mansiones, abrían cajas fuertes y se llevaban dólares, pesos y mucho oro. Una cámara interna, de una de las víctimas, permitió atraparlos. Entre los varios damnificados, figuró el extécnico de River Plate Ramón Díaz.

Sin embargo, aquel viernes de marzo de 2017, cuando González fue detenido en barrio Liceo, la orden para allanar su casa no llegó a tiempo. Todo se pospuso para el lunes siguiente y se ordenó que un policía de la comisaría 17ª quedara de custodia en la puerta. Fue durante esas 48 horas cuando alguien reventó un vidrio, ingresó en la vivienda y robó lo inconfesable.

El fiscal Raúl Garzón, incrédulo ante lo ocurrido, ordenó detener al policía e imputarlo por cohecho. Pero detrás de este agente siempre quedó más que un manto de sospecha en relación con otros jefes policiales.

Hace poco más de un mes, en la madrugada del 8 de abril último, Mauro Gabriel Carballo, un hombre de 40 años considerado en filas policiales cordobesas como un “discípulo” del “Zurdo” Asís, fue detenido acusado de haber participado en el frustrado golpe millonario contra Tienda Los Ángeles, en la peatonal de la ciudad de Córdoba. Su biografía muestra coincidencias con lo narrado hasta aquí: un holgado pasar económico que le permitió dejar la periferia de la ciudad para mudarse a exclusivos countries, varios vehículos de alta gama y un prontuario casi en blanco.

Ahora, en la investigación que en Tucumán lleva adelante el fiscal López Ávila, se intenta determinar la conexión entre “la Gata”, González y el mismo “Zurdo” Asís, según apuntaron fuentes que están al tanto de la “industria del escruche”. Por el momento, sólo el primero permanece detenido y formalmente acusado. En Córdoba, los sabuesos policiales cuentan que ellos desde hace tiempo que persiguen la pista, hasta ahora sin suerte, de que los tres continúan conectados entre sí.

Pero esto no es todo. Además de los domicilios en los barrios Patricios y Liceo, los policías tucumanos allanaron la concesionaria Saurit Automotores, en calle Haedo, de barrio Alto Alberdi. Dedicada a la compra y venta de vehículos, allí se hallaron ocho vehículos que la Justicia tucumana sospecha que fueron utlizados por “la Gata” y sus secuaces en los “escruches” en Tucumán. Para los investigadores que viajaron a Córdoba, en ese galpón de Alto Alberdi comenzó el punto cero de esta causa cuyas derivaciones aún no están escritas.

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