Qué se pone un ecologista en un pase de moda: tres estrategias para evitar que la ropa acabe en la basura

La ropa es uno de los materiales que más espacio ocupa y el que peor reciclaje presenta. Cada año se ponen a la venta en el mundo «entre 80.000 y 150.000 millones de prendas», cuenta Gema Gómez, directora de Slow Fashion Next, expertos en moda sostenible. «Hay que pensar en la ropa como algo que va a acabar en algún sitio”. Para ella, la vida de las prendas debería empezar por la reutilización y cuando se decida reciclar, hacerlo de la forma más limpia posible.

Así como el vidrio o el metal tienen detrás toda una infraestructura que permite que su reciclado sea relativamente sencillo, con la ropa el trabajo es más complejo. En el caso de que acabe en una planta de tratamiento, como apunta Joan Riera de Vall, profesor del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB) de Barcelona y experto en ecología industrial, la vida de una prenda «llega a su fin con su triturado, previamente separada por tejidos» y discriminada por el tamaño de la fibra. Si bien no parece difícil hoy en día usar el plástico PET de una botella para fabricar una nueva o aprovechar las fibras de una caja de cartón para producir otra parecida, esto se enreda bastante más cuando se trata de prendas tejidas con una mezcla de hilos de materiales diferentes. Y también porque si la fibra queda muy pequeña al triturarla durante el reciclaje, se necesita juntarla con fibra nueva, lo que complica el proceso. La diferencia con la forma de tejer en el pasado es que la madeja era la misma (igual que ocurre con el jersey de segunda mano de la foto). «Crear tejidos no puros, sino derivados, convierte la prenda en un residuo nuevamente”, apunta la responsable de Slow Fashion Next.

«Lo ideal sería que en el caso de reciclar el algodón”, expone Gómez, “que puede quedar reducido a fibras muy pequeñas y requiere de mezcla, el 60% sea fibra vieja y el 40% sea nueva» pero siempre algodón. Tanto este material como el poliéster son más fáciles para este propósito, pero la industria aún está lejos de reciclar ropa de forma ágil y sostenible. «Harían falta 12 años para reciclar 1.000 toneladas de ropa con la tecnología actual», incide Gómez. El sector de la moda, sin embargo, es más optimista. Dice invertir en tecnología que perfecciona la separación de tejidos para su posterior reciclaje. Empresas como Inditex o H&M, que producen millones de prendas cada año y cambian sus colecciones varias veces al mes, dedican gran parte de su presupuesto de RSC a este capítulo.

El pasado septiembre, la matriz de Zara anunciaba que había empezado negociaciones con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para encontrar soluciones al reciclaje de ropa y los de Arteixo estiman que, a medio plazo, reciclarán «500 toneladas de tejido al año, capaces de producir 48 millones de prendas», explica una portavoz de la compañía. Esa cifra no representa ni un 5% de la producción, que solo en 2015 fue de 1.000 millones de prendas. Otra de las grandes, H&M, que ha sido la primera en recoger ropa en tienda, trabaja con la planta de reciclaje de Soex en Wolfen, que dice reciclar el 15% de lo que le llega.

Qué se pone un ecologista en un pase de moda: tres estrategias para evitar que la ropa acabe en la basura

Mientras damos tiempo a que la tecnología haga su trabajo, hay un movimiento que pega fuerte para concienciar sobre el consumo. Es el movimiento ‘slow fashion’, que se centra en fabricar ropa con mayores estándares de calidad y de forma más sostenible, como se hacía antes. Pero contra la escasa calidad de las prendas, que se agujerean o pierden color cada vez más pronto, y el abaratamiento de los tejidos sintéticos es difícil combatir. De hecho, este es uno de los problemas a los que se enfrenta el reciclaje de ropa. «A veces hay que plantearse si, dada la baja calidad del tejido, merece la pena reciclarlo», expone el profesor Joan Riera de Vall. De opinión parecida es el economista ambiental Federico Demaria, experto en decrecimiento e investigador de la Universidad de Barcelona: «Los materiales no se pueden reciclar hasta el infinito y durante el proceso de reciclaje se consumen recursos que no son reciclables, como la energía». Demaria también pone el foco en la obsolescencia programada de la ropa.

Patagonia: una vida más larga

Contra esta obsolescencia asegura luchar la marca de ropa Patagonia. Hace un par de años protagonizó una sonada campaña (‘Don’t buy this jacket’, mostrando sus propias prendas) en la que llamaba a la gente a no comprar lo que no necesitase. «Nuestra política es que todas las prendas deben cumplir con los estándares de durabilidad, multifuncionalidad y, además, que lleven una cantidad variable de material reciclado», expone Florence Lesouef, responsable de comunicación de la compañía. «Para la confección según estos principios, con frecuencia nos encontramos con materiales que no existen, así que los fabricamos nosotros». Además de crear sus propios tejidos más fáciles de reciclar, enseñan a la gente a arreglar su ropa y tienen contenedores en sus tiendas.

Ecoalf: materiales de la basura

También la española Ecoalf, que se dedica a fabricar prendas y calzado hechos con materiales reciclados, ha creado sus propios materiales. La empresa fue una de las primeras en poner en marcha una cadena de producción y diseño hecha solo con tejidos reciclados, siguiendo la estela de marcas como la ya clásica Freitag en Alemania. En estos momentos Ecoalf trabaja para limpiar los océanos y usar ese plástico que saca del mar para la confección de sus prendas.

Organizaciones ecologistas como Greenpeace, que llevan años elaborando una clasificación en la que puntúan a las empresas que hacen ‘fast fashion’ y sus procesos de trabajo midiendo su sostenibilidad, defienden el cambio de hábitos de consumo. Su propuesta para alargar el ciclo vital de la ropa pasa por incentivar la economía colaborativa. «Wallapop y los mercadillos vintage han ayudado a dar salida a esta ropa que ya no usamos», explica un portavoz de la ONG.

Koopera: moda reutilizada

Ropa vintage venden las tiendas de Koopera, una organización sin ánimo de lucro con plantas en el País Vasco y Valencia que se dedican a recoger ropa de Cáritas y el excedente de tiendas y mercadillos. Sus establecimientos ofrecen ropa de segunda mano y complementos y objetos de decoración hechos con material desechado como ruedas, lámparas o monopatines. Además, diseñan ropa con los sobrantes, como bolsos hechos con pantalón de traje o corbatas. Entre la planta vasca de Mungía y la valenciana, Koopera procesa 15.000 toneladas de ropa al año. El 30% de lo que le llega —4.500 toneladas anuales— se recicla ya sea para hacer nuevos materiales de confección o como aislante para paredes o alfombrillas o relleno de asiento para los coches. Otro 60% se vende al peso o a otras tiendas en España y el extranjero (se envía a Latinoamérica o África) y un 7% se desecha.

Ante la solución de los contenedores de ropa en tiendas y calles, el economista Demaria propone otra vía: «Nos estamos enfocando en el reciclaje como salvación y yo no lo veo. La solución es que la ropa sea más duradera y repararla». Y añade: «Cuestionemos la oferta y la demanda y lo que cuesta el reciclaje, porque pone a funcionar una industria que tiene muchos costes, empezando por el de separar materiales para poder empezar el proceso».

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