«Si la moda va tan rápido como va es en buena parte por culpa de Inditex»

Contribución a la crisis climática, violaciones de derechos humanos, contaminación medioambiental, jornadas extenuantes y salarios de miseria… Ese es el rastro que deja el pantalón que podemos adquirir en la mayoría de las tienda de moda. Eso es lo que sabemos, de una forma genérica, pero quedan muchas preguntas aún sin resolverse: ¿Qué supone para las comunidades la instalación de la industria textil en la zona?¿Cuántos kilómetros recorren las prendas hasta que llega a nuestras manos? ¿Qué empresas son las que más contaminan? ¿Qué impacto tiene sobre las trabajadoras la exposición a las sustancias y procesos utilizados por la industria?

Estas preguntas y otras muchas más son las que se hacen en Carro de Combate y a las que tratarán de dar respuesta con su investigación sobre la #ModaBasura.

¿Qué hay detrás de la industria de la moda? ¿Qué es lo que no vemos?

Detrás de la industria de la moda hay toda una cadena de producción que implica muchos más actores de los que pensamos y que está construida sobre la explotación. La industria textil es una de las más fáciles de deslocalizar porque montar y desmontar una maquila es tremendamente fácil. Durante nuestros años de investigaciones en Asia y América Latina, hemos visto fábricas desmanteladas prácticamente de un día para otro y movidas a otro lugar para evitar responsabilidades hacia las trabajadoras. Casos en los que era más fácil mover toda la producción antes que pagar a las trabajadoras lo que se les debía o lo que pedían. Además de eso, hay un tremendo impacto medioambiental, que a su vez tiene un impacto social, y que es en lo que nos queremos centrar en nuestra próxima investigación, #ModaBasura.

¿Cuál es el papel de las empresas españolas de moda en todo esto?

Claramente Inditex ha tenido un papel muy destacado en esta historia. Buena parte del modelo que se ha construido responde a sus propias innovaciones en logísticas y marketing. Si la moda, hoy en día, va tan rápido como va es en buena parte por culpa de Inditex. Pero prácticamente todas las grandes marcas utilizan el mismo modelo. Por ejemplo, en el Rana Plaza, el edificio con talleres textiles que se derrumbó en 2013 y en el que murieron más de 1.000 trabajadoras, se encontraron etiquetas de El Corte Inglés y Mango.

¿Qué supone la industria de la moda para el medio ambiente y el cambio climático?

Naciones Unidas calcula que la industria de la moda supone hasta un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero totales. Son superiores a las de todos los vuelos internacionales y el tráfico marítimo combinados. Otras estimaciones más conservadoras ponen la cifra en un 4%. Pero en cualquier caso, es una industria con una huella muy alta.

Pero, además, es una industria con un uso muy intensivo del agua y que genera alrededor del 20% de las aguas residuales del mundo. Y buena parte de estas aguas residuales se producen por el intensivo uso de químicos en las fábricas, que luego son liberados a ríos cercanos, como el Citarum en Indonesia, que ha sido considerado muchas veces como el río más contaminado del mundo.

«Si la moda va tan rápido como va es en buena parte por culpa de Inditex»

Cuando hablamos de la industria de la moda solemos pensar en países como Bangladesh o Marruecos. ¿Cuál es la situación de los trabajadores y las trabajadoras en esos lugares?

En primer lugar, son mayoritariamente trabajadoras. La industria prefiere mujeres para este tipo de tareas porque a menudo son más dóciles y complacientes. Lo normal es que trabajen para talleres textiles subcontratados en los que hay muy poco control por parte de las grandes marcas sobre las condiciones laborales. Los salarios son ínfimos y para conseguir un sueldo que les permita más o menos vivir tienen que hacer una gran cantidad de horas extra. Además, es raro que los contratos sean indefinidos, por lo que no acumulan beneficios ni se atreven a pedir mejoras, porque es muy fácil despedirlas.

Como el modelo es de la subcontratación, las marcas no suelen hacerse responsables de ningún problema que pueda surgir. Con la COVID-19, por ejemplo, se han dejado millones de dólares sin pagar por contratos cancelados en último momento. Pero es algo que venía pasando ya. Cuando una fábrica cierra y declara suspensión de pagos, las marcas solo acceden a pagar salarios atrasados y finiquitos cuando hay mucha presión internacional detrás.

Recientemente habéis lanzado un crowdfunding para investigar la #ModaBasura y sus consecuencias laborales y medioambientales en estos países. ¿Cuál es el objetivo del proyecto?

Cuando se habla de los impactos de la industria de la moda, generalmente pensamos en trabajadoras de maquilas en el Sur Global, como acabamos de comentar. Y aunque es cierto que es algo que sigue ocurriendo, la historia no termina ahí. En Carro de Combate, nos hemos dado cuenta de que a menudo se obvia el importante impacto medioambiental que esta industria tiene. Y es un impacto que afecta tanto o más a las condiciones de vida de millones de personas a lo largo y ancho del mundo.

Lo que queremos, fundamentalmente, es que esa conversación también se ponga sobre la mesa para que las empresas empiecen a tomar acciones serias que vayan más allá del burdo greenwashing que están haciendo ahora. Y para que esa conversación pueda darse, necesitamos recoger datos y documentar esos impactos. Por eso hemos lanzado el crowdfunding, para poder reunir los fondos necesarios que nos permitan viajar a los centros de producción y recoger la información que documente esos impactos.

En España tenemos múltiples ejemplos, como las trabajadoras de la confección en Galicia o las aparadoras del calzado en la zona de Elche.

España es un país con una gran tradición en la industria textil y del calzado, lo que explica que algunas de las grandes marcas sean españolas. Y está más que documentado que ese modelo, que contaba antes que existe en países del Sur, ha existido también aquí. Y aunque con una estructura diferente, sigue existiendo. Es algo que, sin duda, incluiremos en la investigación, especialmente ahora que con la pandemia ha habido un cuestionamiento del modelo y se ha planteado la necesidad de relocalizar parte de la producción. Y no solo eso, habrá también un impacto directo en los trabajadores de los puntos de venta, muchos de los cuales van a cerrar, y será algo que también documentemos.

¿Cómo es posible que se haya formado un aura de solidaridad y admiración alrededor de empresas construidas sobre los cimientos de la explotación de personas y recursos naturales?

Es algo que responde a la narrativa general vendida por el capitalismo, la del hombre hecho a sí mismo –curiosamente es raro que se refieran a mujeres hechas a sí mismas– quienes merecen admiración y deben convertirse en la aspiración de todos. Es la idea de que si trabajas duro, triunfarás. El filantrocapitalismo, es decir, todas esas donaciones que dan estas empresas o personas como estrategia de marketing, va un paso más allá. Ya no solo es una persona que ha triunfado gracias a su duro trabajo, sino que además es generosa con los demás. Y eso vende mucho.

Pero claro, la parte de los abusos a los que tienen que recurrir para triunfar no te la cuentan. Mucha gente incluso se ha creído el discurso de que los países del Sur viven mejor gracias a esas empresas, aunque exploten, que sin ellas. Lo que no ven es que estas grandes empresas se convierten además en actores políticos activos en esos países, perpetuando a menudo regímenes dictatoriales que les benefician. Y empobreciendo el país con sus prácticas de evasión fiscal y, con la importante huella medioambiental que tienen, que es lo en lo que nos queremos centrar en esta investigación.

¿Qué capacidad ejecutiva tiene el Gobierno español para acometer cambios estructurales?

Cuando se refiere a la producción en terceros países, es limitada. Generalmente este tipo de acciones suelen pasar por la Unión Europea, y se centra en peticiones de mayor transparencia o suspensiones en, por ejemplo, acuerdos preferenciales de importación como ha pasado con Camboya.

Lo que el Gobierno español puede hacer es impulsar la relocalización en España y facilitar las cosas a aquellas empresas que lo están haciendo bien. Porque a menudo lo que ocurre es lo contrario, que cuando haces las cosas bien, no solo tu proceso productivo es más caro, sino que además tienes que gastarte el dinero en los sellos de certificación que avalen eso.

¿Cuáles son los cambios más urgentes que deben poner en marcha las principales compañías de la industria?

En primer lugar, dejar de producir a las velocidades que producen. La fundación Ellen MacArthur calcula que se fabrican unos 100.000 millones de prendas cada año, unas 13 por cada habitante del planeta. La mayoría nos duran apenas 7-10 días puestas porque son de muy mala calidad y porque los ciclos de la moda nos incitan a renovar el armario continuamente. La ropa tiene que durar más tiempo, para que, aunque queramos cambiarla, podamos simplemente intercambiarla o venderla como segunda mano.

Además, si hablamos de impacto medioambiental, es urgente la descarbonización del sector. Es algo que, según algunos estudios, como uno de la consultora McKinsey, no resultaría demasiado caro y, en la mitad de las medidas que tienen que tomar, incluso les supondría una reducción de costes. El problema es que para acometer todas esas reformas, tienes que controlar tu cadena de producción. Y en este caso, está completamente deslocalizada. Así que eso lleva probablemente a la medida más importante que debería tomarse: relocalizar la producción.

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