Halston, Versace y Dior, héroes del mercado

Genio bajo el signo del excesoHalston (Netflix)

La historia comienza con dos sombreros: el primero es el de la infancia –el que el niño Roy Halston Frowick confeccionó para su madre, como antídoto contra la la violencia que le infligía su propio padre–, y el segundo es nada más y nada menos que el modelo pillbox rosa que Jackie Onassis usó en enero de 1961, en la asunción de John F. Kennedy como presidente de los Estados Unidos. Este último accesorio no solo fue el que le dio reconocimiento masivo a Halston, sino que además significó su ingreso a las grandes ligas de la moda. Así lo relata la biopic de cinco capítulos protagonizada por Ewan McGregor en el rol del diseñador. Ha sido producido por el prolífico Ryan Murphy (con antecedentes en otras ficciones con foco en la moda y el vestuario, como Mad Men y Gambito de Dama, entre otras) y dirigida por Daniel Minahan.

Basada en el libro Simply Halston, la miniserie indaga en la llegada, la meseta y la caída que atraviesa el creador –norteamericano por excelencia– en dos décadas. La trama cuenta además con personajes que no solo fueron centrales en la historia de vida del protagonista sino que también fueron icónicos de la noche neoyorkina de los 70. Con epicentro en la rutilante y exclusiva discoteca Studio 54, los más relevantes son los roles de la cantante Liza Minnelli (Krysta Rodriguez), quien además de ser su confidente, fue una de las primeras celebridades en vestir sus prendas, y la mannequin italiana Elsa Peretti (Rebecca Dayan), musa, amiga, y asistente de “H”, como lo apodaba su entorno. Halston encarnó el nuevo consumo ilimitado: de ropa y diseño, así como de sexo liberado, mientras la cocaína atravesaba rampante la sociabiliad de la clase alta.

La historia reconstruye los hitos que determinaron la metamorfosis de uno de los principales diseñadores de la moda estadounidense del siglo XX, cuando decide unir moda y tecnología textil diseña un vestido camisero en ultrasuede, el novedoso material que además de impermeable, era apto para lavarropas. Lo mismo con la resistida participación en el desfile que se hizo en 1973 en el Palacio de Versalles, con el propósito de recaudar fondos para revitalizar ese lugar histórico, y con la excusa de viajar a París para levantar el piné y lograr que las marcas norteamericanas (Bill Blass, Stephen Burrows, Halston, Anne Klein y Oscar de la Renta) destronaran de una vez por todas a sus pares franceses (Marc Bohan, Pierre Cardin, Givenchy, Yves Saint Laurent y Ungaro).

Tal como es mostrada en la ficción, “La Batalla de Versalles” fue el evento que trascendió la idea del fashion show y llegó a constituir una verdadera contienda de moda, tematizada también en el documental Battle At Versailles: The Competition that Shook the Fashion Industry, en YouTube. Ese encuentro representó un antes y un después para Halston, con la venta a la compañía Norton Simon, y luego con la posterior pérdida de su autoría. Entrados los años 80, Halston quedó inhabilitado para usar su propio nombre como marca. Esa crisis fue agravada por las adicciones y la irrupción trágica del sida.

Raid de la MedusaThe Assassination of Gianni Versace: American Crime Story (Netflix)

Cuatro años antes de Halston, ya Murphy y Minahan hicieron lo propio en la serie sobre el asesinato de Gianni Versace, con Vulgar Favors de Maureen Orth como argumento, y con las participaciones estelares de Ricky Martin en el rol del modelo italiano Antonio D’Amico, quien fue pareja de Versace (Edgar Ramírez) durante quince años, y Penélope Cruz como Donatella, la omnipresente hermana del diseñador.

Si bien esta historia hace hincapié en el raid sangriento que llevó adelante el psicópata Andrew Cunanan (Darren Criss) –incluso antes de quitarle la vida al creador en la puerta de su mansión de Miami en la mañana del 15 de julio de 1997–, el relato no desestima sino que también explora el ascenso y los traspiés que tuvo en su exitosa carrera. Desde el vamos procura contar de qué se trató el derrotero que transformó al niño calabrés que revoloteaba en el taller de costura de su madre en el hombre que revolucionó la moda de la década del 90.

Así es que el universo de Versace que aparece representado en la única temporada de nueve episodios responde al estilo que le dio fama internacional, caracterizado por las referencias al arte del Renacimiento, el barroco y el neoclasicismo, entre otras fuentes de inspiración, además de las camisas de seda, el animal print, los jeans couture, las estridencias doradas y por supuesto, las distintas versiones del logo de la cabeza de la medusa que se transformó en el sello indiscutido de la firma y en una imagen recurrente de la miniserie. Tampoco faltan las menciones a la elección de modelos para desfilar y a los célebres amigos del diseñador (Lady Di y Elton John, entre otros), los mismos que aparecen desconsolados durante su funeral.

Halston, Versace y Dior, héroes del mercado

Otro dato central para tener en cuenta sobre esta realización es que la ficción multipremiada en los Emmy 2018 no contó con el apoyo ni de la empresa, ni de la familia. De hecho, esta última se encargó de emitir un comunicado en el que expresamente se desliga de la misma. Esto se traduce en que no hubo contribuciones para el desarrollo del guión y mucho menos para la confección de la vestimenta. “Trabajaremos juntos como si fuera nuestro último vestido”, le dice Gianni a su hermana, en el episodio siete. Y es justamente sobre ese momento que hay que saber que el atuendo negro, de cuero, con cinturones atravesados y entrecruzados desde los hombros a la cintura con el que Donatella deslumbró en la alfombra roja de la Gala del Met de 1992, no es más que una réplica del original y fue una de las tantas prendas realizadas especialmente por las avezadas diseñadoras de vestuario Lou Eyrich y Allison Leach.

Dinamitar el chicFranca: Chaos and Creation (Netflix)

El título implícito del documental dirigido por Francesco Carrozzini, realizador cinematográfico e hijo de Franca Sozzani, la emblemática editora de moda de Vogue Italia, bien podría ser “Todo sobre mi madre”. La película –que además se transformó en un homenaje en vida a Sozzani, quien murió tres meses después de su estreno en el Festival de Venecia– cuenta con la participación de figuras de la talla del diseñador Valentino Garavani, y su socio Giancarlo Giammetti, la historiadora de moda Valerie Steele, la diseñadora Donatella Versace, incluso el filósofo francés Bernard-Henri Lévy. Además de las voces fundamentales de los fotógrafos Bruce Weber, Peter Lindbergh y Steven Meisel (autor del libro Sex de Madonna), a cargo de las memorables portadas de la publicación, respectivamente. “Mi verdadero talento fue encontrar gente muy talentosa”, confiesa la protagonista. Y ese es el dato central, si se tiene en cuenta que por más de 25 años hizo caso omiso a las sugerencias de los estudios de mercado para contar la moda a su manera, con total desparpajo.

Como si se tratara de resignificar una road movie, aunque fragmentada, urbana y familiar, a la vez, el documental se basa en diferentes entrevistas que Carrozzini le hace a su madre, mientras viajan en auto por Milán o Nueva York, y a través de una extensa caminata por el Central Park nevado. El énfasis del relato está en una compaginación paralela entre la carrera singularísima de la editora y en cómo su hijo indaga en sus relaciones amorosas y en la vida de ambos. Lo hace no solo a través de preguntas punzantes, en algunos casos retrucadas por su mamá, sino que además recurre al material de archivo de la infancia, la juventud y a los registros de Franca en las capitales de la alta moda.

Esto último es fundacional, porque revela cómo fue el recorrido profesional de la italiana que se animó a aprovechar los recursos habituales de la escena fashion para romper con las convenciones de las revistas y hablar de la contaminación, la guerra o la muerte, entre otras problemáticas humanas. En esa línea, además, el filme propone un racconto por las fotos que escandalizaron más allá de la vestimenta. Entre otras imágenes, exhibe la controvertida tapa –en alusión a la fuga de petróleo en el Golfo de México en 2010– con las modelos que evocan a los animales empetrolados, embadurnadas a orillas del mar. También la producción fotográfica que focalizó en la obsesión por las cirugías estéticas; y la que aludía a la violencia de género. El tributo no le impide plantear esas cuestiones éticas a las decisiones de Sozzani. Acusada repetidas veces de trivializar y darle un halo de glamour a las tragedias de actualidad, Sozzani interpela: “¿Por qué una revista de moda no puede hablar de lo que sucede en el mundo?”.

Registros de una editora tiranaDiana Vreeland: La mirada educada (Prime Video)

“Un jardín en el infierno”, esa es la denominación que la mismísima Diana Vreeland le da al living de su casa. Y es en ese sitio, íntegramente vestido en color rojo, atiborrado de cuadros, adornos y flores, donde transcurren gran parte de las conversaciones que tuvo con George Plimpton, periodista y autor de su biografía. A ese registro hay que sumar el material televisivo, las fotografías familiares y los testimonios de sus hijos y empleados, que constituyen el verdadero hallazgo del documental que propone desentrañar la historia profesional de la más influyente editora de moda del siglo XX.

Dirigida por Bent-Jorgen Perlmutt, Frédéric Tcheng y Lisa Inmmordino Vreeland, además la esposa de uno de los nietos de Vreeland, la historia está narrada cronológicamente, a partir de los propios recuerdos de la protagonista. “Lo primero que hay que hacer, cariño, es nacer en París. Luego, todo sigue naturalmente”, dice quien añora la Belle Époque, la influencia cultural rusa que tuvo en su niñez, y el tiempo que trabajó con Cocó Chanel.

El filme, además, y por sobre todo, expone los aportes de la editora a través de publicaciones como Harper’s Bazaar, primero, y la Vogue norteamericana después, aquellos que acompañaron sucesos fundamentales en la historia de la vestimenta. Alcanza con pensar en la consolidación del denim (algodón del jean) y el surgimiento de la bikini.

En el mismo sentido, revela la anticipación que tuvo al publicar la primera foto de Jackie y John F. Kennedy juntos. “Sé cuándo algo es noticia cuándo lo veo”, expresa con jactancia en una de las entrevistas. También el documental insiste en cómo hizo vanguardia al convocar a Barbra Streisand y Cher, entre otras celebridades, quienes cumplieron con la doble condición de escapar a los estándares de belleza de esa época, y no haber trabajado nunca como modelos.

Recordada por su manera disruptiva de trabajar y por la tiranía que impuso a sus colaboradoras, Vreeland no solo fue inspiración del personaje de Maggie Prescott en la película Funny Face (1957), sino que lo mismo pasó con Miss Maxwell, la editora que aparece en Who are you, Polly Maggoo? en 1966. El epílogo de la obra se ocupa del renacer: cuando después de que la despiden de su trabajo en Vogue, la protagonista recobra notoriedad al ser convocada para dirigir el Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York. Puesto que no solo la llevó a ser pionera en algo tan inédito como montar exposiciones sobre moda en un museo; además le dio la chance de convertirse en la nueva anfitriona de la reconocida Gala del Met, vidriera fashion obligada para el star system desde hace más de 70 años.

La mano que mece la maisonDior and I (youtube)

La primera persona del singular en este caso corresponde a Raf Simons, el diseñador de origen belga, reconocido por su formación en la Academia de Amberes y la herencia ineludible del prestigioso grupo de creadores que lo precede, denominado, justamente, como “Los Seis de Amberes” (entre ellos Dries Van Noten, también retratado en el documental Dries). El filme dirigido por Frédéric Tcheng –quien antes hizo lo propio en el documental sobre Valentino, y también al codirigir Diana Vreeland: La mirada educada– es una invitación a entrar, pero por sobre todo a transitar, el día a día en la maison francesa Dior, a través de la mirada y las sensaciones de su flamante director creativo.

La obra registra la llegada, el primer acercamiento a la empresa y la colección inicial que Simons realizó en un tiempo récord de apenas ocho semanas. Aunque más allá de la centralidad de su figura y el encuentro con la mística de esta casa de alta costura, hay que destacar cómo el documental le da amplia visibilidad al trabajo artesanal que se realiza en el atelier, algo para nada menor en una industria contemporánea caracterizada por la celeridad de la moda rápida.

Para contarlo, Tcheng se vale de los testimonios de las propias trabajadoras que llevan entre 20 y 40 años de experiencia en la marca, además de flashbacks constantes a imágenes de archivo y audios de la palabra de monsieur Dior. Los mismos que por momentos parecen estar puestos en un diálogo imaginario con las dudas, el temor y la intimidación que a lo largo de la película este personaje le genera al propio diseñador. Imperdible, en ese sentido, el registro del viaje que el belga hace al Museo Christian Dior en Granville, ciudad de nacimiento del creador del “new look”.

Un dato complementario para poner en contexto el filme es que, un año después del estreno, y tras otros tres de trabajo en la maison, Simons decidió abandonar la aventura para dedicarse a su propia firma. Hecho que generó especulaciones en cuanto a las presiones a las que estuvo sometido en la empresa, además de un revuelo mediático entre la prensa y los seguidores de la firma. “Christian Dior es una compañía extraordinaria y ha sido un privilegio escribir algunas páginas de este magnífico libro”, sentenció en el comunicado de despedida.

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