Miss Beige y Ana Esmith, paso a dos

Caminar por la calle con Ana Esmith es acompañar a alguien que va abrazada a una pierna de maniquí. La gente la mira. Ella no se percata. A veces la lleva metida en una bolsa grande, da igual: sobresale. “No me importa. Estoy acostumbrada. Molaría que todos saliéramos a pasear con más objetos así, que fuéramos menos prácticos. Me encanta lo absurdo, ese toque berlanguiano”.

Esta imagen define a esta artista madrileña de 45 años: Ana Esmith abraza la pierna de Miss Beige, uno de sus atributos, junto con sus inseparables bolso y martillo. En realidad, es una cariñosa e inconsciente forma de sujetar, de abrazar, a todo su personaje, su yo llevado al límite, su alter ego más exagerado. Esmith tuvo que salir de la ciudad —vivió 15 años en el extranjero, fundamentalmente en Londres— para regresar en 2015 y encontrar aquí lo que llevaba tiempo buscando: “Sabía que nos teníamos que encontrar”. En esta, su nueva/vieja ciudad, Miss Beige dio aire y esperanza a Esmith y esta da vida a Miss Beige. Viven en un pas de deux (paso a dos) constante.

Bailan juntas. Aunque hasta ahora el término “bailar” no era el más adecuado para cualquier asunto que tuviera que ver con Miss Beige, una mujer hierática, seria, observadora, silenciosa, rígida; de apariencia clásica: media melena lisa, raya en medio, gafas grandes, gesto adusto, vestido beige con botones y cinturón. En el cuello lleva prendidas dos medallas, usa guantes, calza zapatos con algo de tacón y como complemento y seña de identidad su bolso y su martillo. Todo en el mismo tono, el que le da nombre, su marca, el no color, uno sin personalidad, invisible, que ella ha hecho propio y resignificó antes de que el nude fuera tendencia. Si se escribe “nude” parece un color de pasarela o alfombra roja, el beige de toda la vida es de señoras. “¡Vivan las señoras!”, exclamó el pasado martes durante un ensayo de Pas de deux, la coreografía que estrena el próximo martes junto a Chevi Muraday en la sala Cuarta Pared, bajo el marco del Festival Surge Madrid. Es sencillo diferenciar cuando habla Esmith y cuando lo que verbaliza son los pensamientos de Miss Beige, ya que esta no articula palabra, el silencio es otra de sus armas. Tampoco suele mantener contacto físico, no lo necesita, con el visual se basta. Por tanto, las citas de los días 26 y 27 de octubre y 5 y 6 de noviembre van a ser momentos únicos para ver a Miss Beige ¿bailar? Para ello, ha elegido como pareja y guía nada menos que a un premio Nacional de Danza con tres décadas de carrera y cabeza de una de las compañías con más solera en España, Losdedae, que en 2022 cumplirá 25 años.

Este es el presente de Miss Beige; pero, de dónde viene y hacia dónde va esta performer que cada vez está más omnipresente en la ciudad y en las redes sociales, sus dos espacios de actuación. Viene de Ana Gallego, que estudió periodismo y artes escénicas. En Londres no pronunciaban bien la doble ele, así que optó por Esmith como apellido artístico, empezando por “e”, que es como se pronunciaría aquí. Gallego queda para las facturas y la familia. Ahora es Esmith, en las clases que imparte y en sus trabajos como actriz, y Miss Beige, lo que realmente le llena. Esta dama atemporal —parece no tener pasado ni futuro, tampoco los necesita— cada vez se come más tiempo de lo demás, esto enorgullece a la artista, porque es su creación y es única. Aunque, claro, necesita colaboradores, las fotos, los vídeos… son fruto del trabajo informal de familiares y amigos. Le gustaría que alguien la ayudara con la producción, pero no puede permitírselo.

La periodista ideal

Miss Beige y Ana Esmith, paso a dos

Miss Beige, que, como si fuera una periodista ideal, está ahí para señalar lo que ocurre, para llamar la atención sobre ello, pero se mantiene invisible. Importa el hecho y quien lo recibe; ella, no. Ella provoca desde el silencio. Juega con el espectador, crea situaciones inesperadas. No da nada por hecho. Reclama esto para una sociedad que ve anodina. Lo hace desde su asertiva mirada, que no inquisitorial. No juzgar es otra de sus normas, no incomodar por incomodar, otra. Pone las reglas, pero las lleva hasta donde quiere quien juega con ella. Busca la reflexión en una sociedad que padece su falta. Su lema: “¿Te atreves a ser beige?” podría traducirse en un “¿y tú qué haces?, por ti o por los demás”.

El martes estaba entusiasmada. Le había resultado inspiradora la acción de protesta de los seis afectados por el síndrome tóxico, causado por el aceite de colza, que habían desplegado una pancarta en la sala de Las meninas del Museo del Prado. “Reivindicar desde el respeto habla muy bien de un país. Esas personas demostraron inteligencia. Soy Pedro Sánchez y esa tarde levanto el teléfono y hablo con ellos”.

Ella no se queda atrás, usa el espacio público, como lo que es: de todos. Reconoce que se frena en un asunto: lo que tenga relación con Vox. “Tienen más poder del que aparentan y yo digo: ‘Hasta aquí’. De eso no hablo, tampoco me refería a Trump durante su presidencia”. Con esos principios lleva años recorriéndose Arco con una de las mochilas cúbicas de Glovo, señalando la mercantilización del arte. Fotografiándose sobre una tumba como denuncia de la violencia machista. Recorre campos desérticos de esa España también desértica. Modifica la imagen de la reina de Inglaterra, la viste de beige; también lleva a su terreno a la Princesa de Asturias y a la infanta Sofía si visten con gabardinas de su color. Se pasea por las inmediaciones de una oficina de Hacienda con una corona y un cartel con una cifra muy elevada, en referencia, quizá, al abuelo de las anteriores.

Escribe sus guiones con tremenda coherencia; tanto, que en una reciente sesión de fotos para la revista Vogue no permitió que se la maquillase. Esmith confiesa que a veces tiene que escuchar a Miss Beige para tomar decisiones, “yo soy más vanidosa”.

—¿Para cuándo una colaboración con C. Tangana?

—Cuando él esté listo.

Ella marca sus propios pasos.

Cambiar el centro de gravedad

Versionando la canción de Franco Battiato, una señora vestida de beige ha trastocado el centro de gravedad de Chevi Muraday. Ella, Miss Beige, también ha sufrido cambios en el suyo: “La música nunca había sido un timing para mí”. Ana Esmith plaga de anglicismos la conversación, se nota su vida en el extranjero. Lo que no se ha notado es su estatismo. Si Muraday se atreve a acoger su color, ella hace suyo el movimiento marcado por la música (timing).Pas de deux surge fruto de una improvisación entre los dos artistas. De esa improvisación crearon un vídeo para celebrar, el 29 de abril, el Día de la Danza. De ahí, a este espectáculo que ahora espera que vean programadores y tenga continuidad. Ambos saben que es un riesgo. La performance y la danza no son las disciplinas más comerciales, pero tienen su público. Ellos lo han asumido poniéndose en lugares incómodos, en los que ninguno había estado antes sobre el escenario, lo que les hace vulnerables. Prometen sorpresas, incluso para ellos. Miss Beige destaca que si se tienen ganas, el diálogo es fácil. Lo compara con la política y con las ganas de que esta idea (y la coreografía) se llevara al Congreso.

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