Luz al final de las fronteras del Covid

SERGIO GARCÍA

Fernando Silva, abogado de Gijón, no ve el momento de que llegue noviembre, cuando volará a Etiopía para fotografiar a las etnias indígenas que rodean el curso del río Omo. Lleva veinte meses sin viajar y se sube por las paredes. Ha completado la pauta completa de vacunación y va pertrechado contra la malaria. Etiopía, a cambio, le pide una PCR negativa para entrar al país y otra antes de regresar. No siempre es así de fácil. Países como China o Tailandia exigen periodos de cuarentena inasumibles para quien dispone de dos semanas de vacaciones. La primera además exige autoconfinamientos en origen y certificados PCR emitidos en centros médicos autorizados en su embajada. Australia, Japón, Argentina o Vietnam tienen cerradas sus fronteras, mientras Turquía exige un código HES para ir de tiendas -imagínese ir a Estambul y volverse sin conocer el Gran Bazar- o Israel una serología en el aeropuerto Ben Gurion.

El anuncio por parte de la Administración Biden de que permitirá a partir de noviembre la entrada de europeos siempre que hayan completado la pauta de vacunación ha significado un balón de oxígeno para el sector de los negocios y los viajes vacacionales, que esperan que esta iniciativa sirva de ejemplo a otros países que mantienen sus fronteras cerradas para que relajen de una vez por todas sus restricciones.

Un deseo que comparte César Gutiérrez Calvo, presidente de la Federación de Asociaciones Territoriales de Agencias de Viajes (FETAVE), confiado en que el paso que ha prometido dar Estados Unidos ayude a reconducir la situación. «La gente no ha cogido miedo a viajar, lo que tiene es incertidumbre. Las restricciones son muy variables y uno no quiere problemas cuando se encuentra a 5.000 kilómetros de casa».

El directivo, eso sí, arruga el ceño cuando le hablan de recuperación. El sector viene de encajar un severo varapalo -la mitad de los empleados en ERTE, un alud de bajas en la Seguridad Social, los únicos dedicados al turismo que han perdido empleados este verano-, con los viajes al extranjero como vanguardia de ese desastre. «Hablamos de un 15% de los registrados en 2019, y eso porque nos hemos podido mover en el ámbito de la UE. El resto ha desaparecido de escena».

Europa, dice Gutiérrez Calvo, es el destino que antes va a salir a flote «porque es el que más confianza inspira». Y no sólo por una cuestión de proximidad o de nivel asistencial. Dicho de otro modo, no es lo mismo viajar por España, donde el nivel de vacunación es del 77%, que hacerlo por Marruecos (50%), República Dominicana (47%) o Egipto (4,76%). Incluso en EE UU, donde los buscadores revelan un enorme interés por viajar, sólo se ha inmunizado el 56% de la población y la variante Delta está barriendo. Así las cosas, el experto vaticina que la movilidad por Europa recuperará los niveles prepandemia para 2023, mientras que el resto del mundo no lo hará, y eso con suerte, hasta dos años más tarde».

En ese 'resto' figuran Argentina -ahora cerrada a cal y canto y como Estados Unidos con planes de abrir- y también el Caribe, donde la situación es muy cambiante -meses atrás Cuba prohibía la entrada a españoles, mientras que República Dominicana, la isla vecina, sólo les pedía el PCR-, seguidos de Vietnam o Indonesia en Asia. Los situados en peor posición son, sin duda, Brasil, cuya gestión de la pandemia ha dejado mucho que desear, o los destinos llamados 'exóticos' como Tanzania, Kenia o Benín.

Negocios en cuarentena

Luz al final de las fronteras del Covid

Pero los viajes no sólo son por placer y los de empresa representan la savia de la exportación y la importación españolas. Según un estudio de McKinsey, todos juntos contribuyen a un tercio del PIB español. Lo sabe muy bien Alicia Estrada, responsable de Marketing de GEBTA, algo así como la patronal de la agencias de viajes de negocios, a la que el Covid ha obligado a «reinventarse en un escenario cambiante donde la consigna era garantizar la movilidad aun cuando las compañías aéreas habían dejado en tierra la mayor parte de sus flotas».

Primero cuando sólo podían viajar empresas de sectores esenciales (gas, electricidad, petróleo, banca); luego cuando se autorizó a hacerlo por motivos esenciales -que no es lo mismo-, lo que exigía además acreditarlo. «Una situación que se prolongó diez meses, con cada país imponiendo sus propios requisitos. Holanda, un 'hub' vital en las comunicaciones con Asia, llegó a pedir test de antígenos 4 horas antes de entrar en el país. O Reino Unido, donde el Brexit lo ha complicado todo. Por no hablar del nivel inaudito de falsificaciones de PCR detectadas». Una situación que no se mitigó hasta la entrada en vigor del certificado de vacunación, aunque incluso entonces episodios como la 'quinta ola' y los semáforos se tradujeron en retrocesos para España.

Al detalle

¿Cómo sortear la adversidad? Muchas veces al margen de los vuelos comerciales, «poniendo de acuerdo a tres o cuatro empresas y fletando tus propios aviones», explica Estrada. O como el caso de Cuba o Venezuela, recurriendo a vuelos de repatriación, «que no encontrarás en webs como Atrápalo, pero de los que nos informan las propias compañías que tienen plazas libres, o el Ministerio de Asuntos Exteriores». También jets privados cuando tienes que mover a diez directivos para una reunión de trabajo, aunque el modelo aquí todavía no esté maduro.

Estrada se ha enfrentado a situaciones verdaderamente estrambóticas. Ahí va una: empresa española con cuatro trabajadores argentinos en Sudáfrica a los que quieres llevar de vuelta a su país. «A un español no le van a impedir entrar en España, pero no hay vuelos entre El Cabo y Buenos Aires y había países intermedios que tampoco les dejaban poner el pie. Los que sí, podían cambiar de opinión mañana, y pasaba lo mismo con las restricciones. Además, no basta con encontrar vuelos, sino que las conexiones se realicen en el marco temporal más corto posible, porque si exceden las 12 horas el país deja de considerarlo una escala y todo se complica aún más. Un mes nos llevó encajar las piezas, y a los interesados tres días de vuelo, pasando por Ámsterdam, Brasil, Uruguay y hasta Argentina por carretera, para abrazar a los suyos». De locura, vamos.

Ese cerrojazo ha provocado que desde marzo de 2020 los viajes de negocios se hayan desplomado a niveles subterráneos. Marcel Forns, director general de Gebta, cifra esta recuperación, «real pero lenta», en el 50% respecto a niveles de 2019. Un cálculo, eso sí, cimentado sobre «las operaciones realizadas en el ámbito nacional, mientras los viajes intereuropeos experimentan todavía un tímido repunte y los intercontinentales siguen parados».

Su preocupación está justificada. Han bastado unos meses para que el mundo de los negocios redescubra la importancia del roce, del cara a cara. Lo decía esta semana Simón Pedro Barceló en un foro organizado por la CEOE, cuando advertía que «la tecnología debe ser un complemento y no un sustituto de la presencialidad», a la que atribuía cuatro de cada cinco acuerdos alcanzados. «La consecución de objetivos es mucho más fácil cuando existe contacto personal que una videoconferencia por Skype», explica Estrada, acostumbrada a oír una frase recurrente: «Es que si no visito a mis clientes, alguien lo hará por mí y se quedará con ellos».

«Hay dos escenarios de recuperación: la UE, donde esperamos que llegue en 2023, y el resto del mundo, que no se producirá hasta dos años más tarde»

César Gutiérrez Calvo

Pte. FETAVE (Agencias de Viajes Españolas)

Lo rubrica Jaime Hernani, director de las asociaciones de exportadores españoles, cuya agenda recupera poco a poco las constantes vitales. La semana pasada asistió a la primera feria internacional presencial que acoge España desde que estalló la emergencia sanitaria. A ese certamen le seguirán uno en Madrid del sector de frutas y hortalizas, otro en Bolonia de maquinaria agrícola, y dos más en noviembre: Abu Dabi, la primera cita que canceló el Covid, y Antalya, en Turquía.

«En este país sólo se habla de los bares, pero los exportadores hemos pasado diecinueve meses en el dique seco». Un drama, califica, que ha interrumpido la labor promocional del comercio en el extranjero y convulsionado el sector. Hernani no quiere ni oír hablar de las reuniones virtuales, «que nunca generarán -dice- el mismo grado de confianza que un apretón de manos» y aplaude anuncios como el de Estados Unidos. «Imagínese un empresario español con maquinaria en California, que sólo puede ocuparse de su mantenimiento si envía a sus equipos previo paso por un tercer país a pasar la cuarentena. Es inasumible». Espera que el anuncio signifique la luz al final túnel y no un camión que viene de frente.

China levanta la muralla más dura, incluidos vuelos directos

Yue Cheng, comercial de seguros en París, optó en julio por hacer el Camino de Santiago ante las «insuperables» obstáculos para visitar a su familia en Pekín, más allá de los 4.000 euros del billete i/v. Dos meses después, los requisitos incluso han crecido, lo que pone muy cuesta arriba para los propios chinos -no digamos ya los extranjeros- entrar al gigante asiático.

Dos semanas de cuarentena en hoteles próximos al aeropuerto de destino a razón de 40 euros la noche. El confinamiento se debe prolongar otros 15 días en casa y afecta a toda la familia (en regiones donde la epidemia se ha recrudecido puede llegar a 60 y hasta 90 días). Las dos siguientes semanas, Yue debería someterse a «dos o tres PCR más». Por último, el regreso a París le exige, aparte de las dosis requeridas de la vacuna china -dos y hasta tres, según la que te inoculen-, el preceptivo PCR y al menos un pinchazo de Pfizer o de Moderna. «Al menos, no hay cuarentena», suspira.

La muralla de impedimentos incluye una medida que complica sobremanera el embarque. «Han impuesto una norma que jamás habíamos visto -recalca Alicia Estrada- y es la de sólo admitir vuelos directos. Se puede volar desde España con Air China, pero esas operaciones están en la práctica reservadas a nacionales. Ni siquiera valen los vuelos de código compartido -por ejemplo con British-, porque el requisito insoslayable es que el viaje sea sin escalas».

Claro que siempre es peor cuando el viaje esta directamente prohibido, «como es el caso de Australia desde el pasado junio o de Japón», recuerda Jaime Hernani. También Vietnam, cuyo gobierno, a fin de reducir al mínimo el riesgo, ha aislado casi completamente al país del mundo exterior.

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